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I May Destroy You: El consentimiento sexual, y cómo éste no es tan «simple» como decir sí o no

15/06/2020 - 12:05 am

HBO estrena este lunes I May Destroy You, la serie creada y protagonizada por Michaela Coel, cuya premisa parte de su propia experiencia. La actriz denunció haber sufrido abusos sexuales cuando era guionista de su anterior serie, Chewing gum, en una noche que le costó recordar, pero cuya violencia le sacudió igualmente.

Por Laura García Higueras

Madrid, 15 de junio (ElDiario.es).– Eres escritora. Te despiertas sin saber muy bien cómo has llegado a la oficina donde últimas un borrador que tienes que entregar a primera hora de la mañana. Una primera hora, por cierto, que ha llegado sin que sepas cómo. Tu último recuerdo es haber salido a tomarte algo con unos amigos para despejarte y, de repente, estás ahí de vuelta, con una herida en la cabeza, la pantalla de tu móvil hecha añicos y un texto cuyas frases parecen inconexas y en cierto modo asustadas. Y como culmen, la espiral de extrañeza la sacude la imagen intermitente de alguien empotrándote contra una pared, violándote. Aunque tardas en unir las piezas.

Además de una historia terrorífica, es el punto de partida de I May Destroy You (Podría destruirte), la serie creada y protagonizada por Michaela Coel que llega este 15 de junio a HBO. La también poeta y cantautora, icono del movimiento #MeToo en Reino Unido, ha acudido a su propia vida para armar la premisa de la ahora, convertida en ficción. En 2016, ganó el BAFTA a la Mejor actriz de comedia por su trabajo en Chewing Gum. Dos años después, denunció que había sufrido acoso sexual mientras trabajaba en la serie como guionista, y que experimentó la situación con la que arranca el primer episodio de I May Destroy You. Sus productores, que fue de los primeros a los que expuso lo que había sucedido, le obligaron a cumplir los mismos plazos que habían acordado.

Coel reveló lo sucedido en un discurso en el Festival de Edimburgo, donde también habló de sexismo y racismo en la industria audiovisual. «¿Te haces a la idea de las ganas que tengo de follarte ahora mismo?», fueron las palabras con las que otro productor británico se dirigió a ella el primer día que se vieron la cara. Así, la ficción de HBO bebe de una realidad que, por supuesto, incomoda. Atestiguar cómo alguien es sacudida por una violencia que no recuerda es devastador.

EL CONSENTIMEINTO SEXUAL NO SE REDUCE A DECIR SI O NO

Es cierto que desde que en 2017 irrumpiera el #MeToo, palabras como violación, abuso y acoso sexual empezaron a poner nombre y decir en voz alta una violencia que se estaba -y está, por desgracia- ejerciendo de forma sistemática. Se exigió que sus culpables empezaran a asumir responsabilidades. Y sobre todo, se hizo evidente la necesidad de deshacer los tejidos, estructuras, conciencias y mentalidades que han perpetuado la impunidad de este tipo de comportamientos durante tantísimo e injustísimo tiempo. Ahora bien, esto no indica que la lucha esté ganada, ni mucho menos. Es cierto que hablamos de términos que han dejado de ser tabúes, pero que siguen ocurriendo. Queda mucho por reflexionar, repensar y erradicar.

Uno de ellos, el consentimiento sexual, y cómo este no es tan «simple» como decir sí o no. Las relaciones sexuales se producen en contextos diferentes, implican emociones distintas y las conforman dinámicas diversas. De esto habla I May Destroy You, del qué pasa cuando un hombre se quita el condón sin avisar y se corre dentro igualmente; cuando dos personas se han acostado y lo hacen una segunda vez sin que uno de ellos quiera; de cuándo alguien puede ser inducido a hacer algo que podría no querer, pero es engañado/a por dos a los que sí les apetece. Los personajes de la serie son víctimas de estas situaciones; y en torno a ellas se construyen recorridos incómodos que implican una pérdida de control y un tipo de dolor inclasificables. Y por tanto, difícil de afrontar.

Michaela Coel es icono del movimiento #MeToo en Reino Unido. Foto: HBO

Cuando algo así ocurre, cuerpo y mente se convierten en territorios hostiles, sometidos a un miedo que es muy complicado atacar. Y para mostrarlo, la serie es directa, no se anda con medias tintas ni eclipsa con el componente onírico que sí utilizó Euphoria. Aquí también hay drogas, fiestas que se alargan más de la cuenta y mucho alcohol. Sustancias que provocan una consecuencias a las que asistimos en pantalla, con primeros planos que hacen mirar de frente al exceso, y a la resaca. La serie es molesta porque obliga a quien lo ve a presenciar estos contextos. Cuestiona y provoca un nudo que, más allá de la experiencia con la que nos pueda conectar a cada uno, no se salta las partes desagradables. No busca que quieras taparte los ojos cuando miras, pero sí que puedas imaginarte en las pieles sometidas a los abusos, que podría ser la tuya perfectamente.

ORINA, COMPRESAS Y SANGRE EN PANTALLA

La protagonista decide ir a la policía a denunciar lo sucedido, y la serie no se detiene en valorar la credibilidad o no de su discurso, sino en la dificultad de hablar de algo que recuerdas por flashbacks que se apoderan de ti cuando ellos quieren. Y que un estudio médico corroboran. Donde pone el foco I May Destroy You es en el propio proceso interno que viven y procesan quienes se plantean que lo que acaba de ocurrir no está bien -aunque el tipo que se ha corrido dentro de ti sin preservativo te acompañe a por la píldora del día después-. Entran en juego la culpa. Y el cómo todo cambia. Mirarse al espejo, caminar por la calle, volver a disfrutar del placer sexual, trabajar, salir con los amigos, entrar en un bar y prácticamente cualquier conversación. Gestionar cómo exteriorizar algo que te chilla por dentro, pero que cuesta descifrar.

Si Virgine Despentes habló de su experiencia en el ensayo Teoría King Kong siendo incisiva y ahondando, entre otros temas, en la violación y la represión del deseo; Michaela Coel se suma con la suya a la lucha conjunta de derrumbar los cimientos patriarcales de la sociedad actual. Y además, con un relato que no lideran hombres y mujeres blancos y heterosexuales, si no que sus protagonistas son diversos, negros y con diferentes orientaciones sexuales. Ninguno se escapa ni es inmune al abuso. Y ya saben, de lo que no se habla, no existe.

Sus escenas las vertebran el realismo y el retrato de las relaciones que establecemos con nuestros propios cuerpos. La cámara se mete en los baños, cruza sus puertas y revela un acto de suma intimidad que, aunque no sea de entrada lo más agradable de ver, hacemos todos unas cuentas veces al día: orinar. Igual que cambiarse una compresa y cómo la regla interfiere una noche de pasión. ¿Sexo con la regla? Otro tabú a deconstruir -para ellas y para ellos-. La serie transforma el calentón de turno en una explicación sobre cómo se quita un tampón y de dónde narices sale la sangre que expulsamos las mujeres por la vagina cuando menstruamos. Que no es otra cosa que el endometrio, la membrana que recubre al útero y que, si no nos quedamos embarazadas, cada mes expulsamos. Y por eso duele. Hablar de esto es también un acto político y una forma de normalizar cómo funcionan nuestros cuerpos, que no deberían ser tan ajenos a las pantallas. Parece mentira todo el tiempo que se ha invertido en cosificarlos, y lo poco en hacerles justicia.

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